sábado, agosto 13, 2011

"Si se vive en la competencia, se vive en la negación del amor" Humberto Maturana

Entrevista:

¿usted doctor Maturana, plantea que el eje de la convivencia humana es el amor. Pero los tiempos que vivimos, de competencia, de agresividad, desarmonizan esa convivencia. ¿Cómo conducirse para ser competitivos, como demanda la sociedad actual, y ser a la vez seres de amor?
Si se vive en la competencia, se vive en la negación del amor. Se cree y esto tiene que ver con el pensamiento darwiniano evolucionista, que la competencia es el motor del progreso, el motor evolutivo, y no es cierto. Al competir, el otro determina lo que usted hace.

¿Entonces, lo ideal es la no competencia?

No necesitamos competir. Podemos colaborar, pero competir es un acto humano que implica la negación del otro, y siempre se van a encontrar justificaciones para negar al otro.

Cuando se le dice a alguien eres competitivo, se le quiere decir eres una persona emprendedora, que busca el éxito. Se ha asociado el éxito con la competencia. ¿Por qué motivos?

Maturana: Desafortunadamente este país es central en eso, porque aquí están las islas Galápagos y gran parte de su trabajo evolucionista Darwin lo afincó en su experiencia en las Galápagos. Él se preguntaba ¿qué es lo que hace la evolución? Vivía en una época en que se pensaba en fuerza. ¿Cuál es la fuerza que mueve la evolución se preguntó? Tomó de los economistas de la época la noción de competencia y puso la competencia como un fenómeno de la biología, que no es, no ocurre. Los organismos no compiten, se deslizan, colaboran, hacen espacios ecológicos, de conjunto. Entonces, pensamos que el progreso tiene que ver con la competencia, que el eje del éxito es la competencia, que se hacen las cosas mejor si estamos compitiendo. Ocultamos la colaboración, la posibilidad de conversar.

Ximena Dávila: Hay una orientación en lo que hacemos en la vida cotidiana a un resultado. Competimos para un resultado y en tanto tenemos la mirada puesta en el resultado no vemos el proceso, tenemos como una ceguera, y eso pasa en las empresas, pasa en el espacio educativo.

Si nos despojamos de esos conceptos preestablecidos y aceptados socialmente ¿qué sería, entonces, ser exitoso?

Maturana: El éxito es calidad en lo que se hace, disfrute. A los niños les gusta hacer las cosas bien y preguntan cómo se hace. Entonces, en el momento que se saca el tema del éxito, ¿qué es lo que aparece?: la colaboración y la transformación de la colaboración, no la competencia. La otra cosa es que la noción de éxito se la asocia con el crecimiento. El que tiene más es más exitoso, y la biología también aparece con la historia evolutiva de la selección natural, esa idea de que las especies más exitosas son las más abundantes. Se piensa que la abundancia significa éxito bajo una mirada economicista y eso no es cierto. Estamos aquí los seres humanos en una cantidad gigantesca y estamos generando destrucción. La abundancia en sí no es un bien. La armonía en la convivencia es un bien.

Una de las cuestiones que ustedes plantean en sus estudios es que en el corregir acciones no esté presente el castigar. ¿Cómo corregir sin que haya implícito un castigo? La sociedad acoge el castigo como un acto ejemplarizador. ¿Cómo corregir en la educación, en la vida diaria, sin esa coerción que se ejerce a los demás seres humanos?

Maturana: Si yo castigo, el niño aprende a castigar. El castigo no es necesario, lo que es necesario es la conversación. Los niños son tan inteligentes como los adultos, sino que tienen una historia más pequeña. Si conversamos, si les explicamos de qué se trata, entienden y pueden colaborar con nosotros, porque se sienten bien colaborando.

Ximena Dávila: Pero ¿cómo es que aprendimos a castigar? ¿Desde dónde aprendimos a generar espacios de miedo? Tiene que ver con la cultura y la cultura como una red cerrada de conversación en este momento valida el castigar y producir dolor consciente e inconscientemente. Antes se decía que la letra con sangre entra. Sin embargo, los niños aprenden y expanden su creatividad en espacios amorosos, en espacios de paciencia.

Ustedes afirman que muchas de las enfermedades de los seres humanos se producen por la negación del amor. ¿Hay una negación consciente del amor?

Maturana: La competencia es una negación del amor. Para ganar en una competencia hay que vencer al otro. Y el que no gana, tiene todos los dolores del fracaso y enferma. Cuando un niño pregunta algo a alquien y no le contesta, lo niega.

Ximena Dávila: El amor es el espacio donde el otro aparece como legítimo en la convivencia con uno. La sutileza del amor tiene que ver con ampliar nuestra mirada.

Maturana: Amar tiene que ver con no anteponer un prejuicio o un juicio. Si el otro se siente escuchado, se siente amado.

Ximena Dávila: Siempre tratamos de convencer al otro de nuestros argumentos, y convencer significa vencer al otro. Conversar, en cambio, significa danzar juntos, significa quiero escuchar al otro, respetar al otro, porque me respeta. A veces escuchamos esperando que el otro valide lo que decimos, porque creemos tener la razón, entonces qué conversación hay cuando cada quien escucha desde sí.

sábado, agosto 18, 2007

SERÁ

Está por llegar la primavera... el sol hace su entrada temeroso... hace rato que no escribo, será que he perdido la esperanza, o no quiero ya nada decir, será que se durmieron mis palabras y se cansó mi voz... será que no recibí ni una respuesta, será que no hay nadie con quien hablar.

sábado, julio 21, 2007

SOÑAR

Hay tanto que esperar para ver una estrella pasar
y cuando al fin cruzó no es tiempo de alcanzarla...
ya he soñado bastante
ahora tengo que despertar y comenzar a concretar.

...

Soy la semilla que se lanzó a la tierra, quisiera germinar pero la tierra es estéril y me canso de esperar.
Creí que con mirarte bastaría, que no tendría que decirte nada
que me reconocerías...
creí que me completarías,
que tus manos sedientas en mi piel beberían.

jueves, junio 14, 2007

García Márquez

Un día en el 'Show de los Libros' (antiguo programa de televisión maravilloso) leí una frase de un libro que me llamó tanto la atención que partí al día siguiente a comprarlo.

Era algo así como –dime una cosa, Leona de mi alma ¿cuándo es que vamos a salir de esto?
Ella se quitó los lentes sin sorpresa, con un dominio absoluto, y lo encandiló con su risa solar. Nunca lo había tuteado.
-Ay, Florentino Ariza- le dijo-, llevo diez años aquí sentada esperado que me lo preguntes-

El libro era ‘El amor en los tiempos del cólera’, de Gabriel García Márquez (en cuyo honor bauticé a mi primogénito) y trataba de un hombre que esperó toda su vida a la mujer de la que se enamoró cuando joven, y a quién por timidez no se atrevió a abordar, dejándola casar con otro y enviudar cuarenta años más tarde.
¿Por qué me refiero a esto?
Porque muchas veces dejamos que la vida nos pase por delante y la miramos ir sin reaccionar. El mensaje es que no esperemos cuarenta años para cumplir un sueño, para hablarle a alguien, para reconciliarse con un hermano con un amigo con el amor.... a veces, como dice la publicidad de una tarjeta de crédito, ‘la vida es hoy’

YA NO

Sabes que me rompiste el corazón?
Sabes que ya no hay tiempo para pedir perdón?
Sabes que ya no espero en la ventana a que vengas?
Fue tanto que te amé
Fue tanto que lloré…
Tu voz, tus dedos largos
Tu pelo despeinado…
Puse todo en tus manos,
Y un día sin aviso
Te llevaste hasta el aire…
Me dejaste soñando…
Pero no quedó nada…
Dónde se habrán escondido los silencios que esparcí
Dónde se marchitaron mis palabras de amor
Hoy sé que la vida tiene muchos caminos
No quisiste ir conmigo cuando yo te quería
Hoy no puedo ni quiero sembrar flores contigo

HOY

Hoy la lluvia me trajo una nostalgia
Hoy la luz se terminó muy pronto
Hoy no había nadie…
Hoy no quiso escucharme
y yo no supe hablarle
Hoy no formé parte…
Hoy camino por Huérfanos y veo la gente que duerme en las calles
ellos ya no esperan,
no tienen nada más que perder
pero sonríen
y me dan una muestra de grandeza,
a mi, que tengo tanto y no valoro.
Mañana será otro día
y si alguna tristeza me roba la mirada
me quedaré en silencio para que pase rauda
pediré al cielo que me traiga consuelo
a la tierra que me soporte sin atarme
y a ti que me acompañes sin dañarme